Amanece



Aquí les traigo otra antigualla.


Un cuentecito del año 2002. Me cuesta reconocerme en esa manera de escribir, pero fui yo quien lo escribió.


Es... yo hace 7 años.


Besos.






Amanece.
Después de las lluvias y el frío, el aire trae un rumor de primavera.
Me asomo a le ventana, que abrió mi dueña, y entra un suave olor a azahar.
Es temprano, aún no hay mucha gente caminando por la calle. Algunos se apresuran de camino al trabajo, mirando hacia el suelo.
El panadero acaba de llegar, e inunda la calle con el olor a pan recien hecho.
Pero, ¿que es lo que falta????
Algo no cuadra en mi escena.
Silencio.
Me envuelve el silencio.
Aguzo el oído... Nada.
No se oyen los pájaros.
No ladran los perros.
Los árboles están inmóviles, ni una hoja se balancea con la brisa.
A lo lejos veo las olas que rompen contra la orilla, pero no consigo distinguir su familiar sonido.
Intrigada, salgo a la calle, buscando el origen de tan singular anomalía.
En la playa, los granos de maiz que algún alma caritativa ha esparcido en la arena, esperan inútilmente a las palomas, que han dejado vacíos los toldos de los chiringuitos. Y no se oye el familiar grito de las gaviotas recogiendo los restos de la pesca de esa madrugada.
Mis pasos me sumergen en la ciudad, por sus callejuelas y pasajes. Por donde paso, veo los signos de una urbe que se despereza. Niños con sus libros camino del colegio, trabajadores del ayuntamiento recogiendo los restos de una noche de domingo, algún malhumorado trasnochador de camino a casa, las primeras líneas de autobús, casi vacías. Pregunto el porqué de tan extraño amanecer, pero nadie me contesta, no ven nada extraño en un gato que maulla en mitad de la calle.....no han notado nada raro esta mañana.
En mi búsqueda, las calles van pasando, y las casas dejan atrás a los edificios. Poco a poco voy saliendo de la ciudad, rodeada del más absoluto silencio. Pero algo ha cambiado en el familiar paisaje de mi ciudad.
No se ven gatos en las puertas, ni pájaros en los árboles. No hay perros ladrando detrás de las verjas, ni lagartos bañándose en los primeros rayos de sol de la mañana.
Cada vez más intrigada, sigo el camino que mi instinto me dicta. Las calles dan paso a los caminos, y las casas desaparecen para hacer sitio a las granjas.
De repente, no reconozco el lugar. Me encuentro en un extraño paraje, que no había visitado en mis muchas andanzas nocturnas.
A lo lejos, se distingue la gigantesca copa de un árbol. Creía conocer todos los árboles de esta zona, pero ese me resulta nuevo.
Oigo un rumor lejano de miles de voces susurrando, que parece venir del enorme árbol, así que me dirijo hacia el lugar.
Sorprendida, descubro la causa de silencio de la ciudad. Miles de pájaros se posan en sus ramas, y todo tipo de animales esperan pacientemente bajo su sombra. No sólo hay perros y gatos, también veo conejos, tejones, hurones, palomas. Hasta las gaviotas, habitualmente escandalosas y gritonas, están pacíficamente posadas en los alrededores.
Pregunto a mi alrededor la causa de esta concentración, pero una urraca algo malhumorada me manda a callar, y me señala el tronco del árbol.
Me acerco con paso felino (para eso soy gata), y por fin descubro lo que suscita tanta curiosidad.
Miles, millones de alitas plegadas descansan bajo las protectoras hojas del árbol. Pero no son mariposas.....¡¡¡¡¡¡son duendes!!!!!!.
Están dormidos, unos junto a otros, plácidamente.
De pronto, uno de ellos se despereza lentamente. Estira sus alitas, y una pálida luz azulada se desprende de su cuerpo. Un pájaro empieza a cantar, y provoca en el duende una hermosa sonrisa. Poco a poco, se van despertando uno a uno. Con cada duende que despierta, se enciende un pequeño resplandor, rojo, verde, amarillo.
El silencio va dejando paso a un concierto, los pájaros van comenzando a cantar, cada uno por su lado, pero todos a la vez.
Al cabo de pocos minutos, el resplandor ya tiene todos los colores del arcoiris, y recubre al árbol de una cálida aureola. Casi sin darme cuenta y los duendes ya van abandonando su lugar de descanso. Las miles de lucecitas se dispersan en los cuatro puntos cardinales, y el lugar se va quedando poco a poco silencioso.
Vuelvo sobre mis pasos, pues ya es hora de volver a casa. Pero antes, dedico una última mirada a aquel extraño lugar. Cual es mi asombro cuando, al volver la cabeza, únicamente veo un campo, lleno de vacas... Ni rastro del árbol ni de los duendes.
Pero algo sí ha cambiado al entrar de nuevo en mi ciudad. Los gatos saltan de azotea en azotea. Dos perros discuten, cada uno detrás de su verja. Los pájaros rivalizan en sus trinos.
Llego a la playa, y cientos de palomas invaden la arena, arrullándose unas a otras. Las gaviotas se balancean al ritmo del vaivén de las olas, que rompen con estruendo contra la orilla.
La ciudad, ya despierta, no ha notado el cambio. Ya se van las gentes afanosas a sus trabajos, y los mercados se llenan de gritos y de olores.
Vuelvo a casa, a mi cojín, y recuerdo los acontecimientos del día, mientras veo desde mi ventana, el movimiento de las hojas del árbol que me sirve de escalera.
El próximo año, cuando una mañana el silencio invada el apartamento, abriré la ventana, y volveré a buscar el mágico árbol, para poder volver a ser testigo del despertar de los duendes de la Primavera.
Perlita 2002





Comentarios

  1. QUE BONITOOOOOOO¡¡ ME ENCNATO PERLITA¡¡¡
    REALMENTE MAGICO , POR UN MINUTO ME SUMERGI EN ESE MUNDO , ESAS ESCAPADITAS SON NECESARIAS¡¡
    ABRAZOS¡

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  2. ¡perlaaaaaaaaaaaaaaaaa!qué bonito ..con lo que me gustan las hadas y duendes..que preciosidad de relato...me encantó de veras.
    Un besito perla.Shere

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  3. QUE BONITO EL CUENTO DE PERLITA ME ENCANTOO TE DEJO U NSALUDO Y BUENAS NOCHESSSSSSS

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  4. Y claro Perlita por algo sos una gatita, y una gatita no puede escribir de otra forma que no sea "Suave" y bellamente, una ternura este post!
    Como siempre , mia felicitaciones.
    Tere.

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  5. A pesar de los cambios y el paso del tiempo, uno se suele reconocer en los viejos escritos.

    Hermoso. La magia siempre es una buena excusa para hilvanar relatos.

    abrazos.

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  6. Que lindo relato, que mágico y suave.
    Me relajo.
    Un petonet

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  7. Que doce... os gatitos, os cães, as fadas... tudo doce e mágico!.. Lindo!

    Beijo!!!

    (é engraçado quando voltamos a ler o que escrevemos e não nos reconhecemos, não é?...)

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  8. A mí también me pasa eso de pensar... ¿y yo escribí esooooo? ni me acuerdo! je je. Me ha gustado, sobre todo lo del campo de... vacas! y la magia de los árboles, esa es seguro que la tienen, a mí los que más me gustan son unos que tienen los troncos blancos (inculta que soy porque no se como se llaman y yo los nombro "árboles con el tronco blanco") je je :p aunque también me gustan los pinos, su olor, los eucaliptos (pese a su mala fama) y los baobabs, por el nombre, por el principito y porque sí. Si es que no sé para que digo que me gustan sólo éstos porque me gustan todos! Pero más, los blancos. Un deseo de magia para el fin de semana! (y por semana:)

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  9. ¿A que sí?, ¿a que a veces nos damos cuenta de lo que hemos coambiado cuando echamos la vista atrás?

    Y, ¿No han pensado nunca en el origen del cambio maravilloso que experimenta la naturaleza en primavera?

    Ojalá y no nos la carguemos tanto que ya no nos queden duendes.
    Besotes.

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