La mirada de un gato.

Curiosamente, este escrito nunca lo he puesto en el blog.
Y digo curiosamente, porque resulta que estas son las primeras letras que salieron de mi teclado.
Les cuento que estaba yo pasando por una época bastante dura y el psicólogo me recomendó, entre otras cosas, escribir un diario.
Claro, yo nunca había escrito nada que no fuera por estudios o trabajo y cuando me dispuse a escribir un diario, no sabía ni por donde empezar.
Y cuando empecé, para qué negarlo, el resultado no me gustó absolutamente nada. Los diarios no están hechos para mí.
Ahora no recuerdo exactamente porqué empecé este relato, supongo que alguien me preguntó sobre ella, o vi alguna noticia en la tele... vayan a saber. También es verdad que no recuerdo gran cosa de aquellos días, se han borrado de mi memoria.
Pero lo empecé y luego lo seguí, y al final lo acabé. Y cuando lo lei, me gustó.
Y me gustó tanto que después escribí otro, y a ese le siguieron más.
Luego me propuse aprender a expresarme mejor, busqué libros, bibliografía sobre como escribir, me registré en blogs literarios, aprendí mucho.
Pero la verdad es que este relato fue el primero. Ahora lo releo y me cuesta reconocerme en la forma de escribir.
Es un poco largo para una entrada de blog, pero no me apetece cortarlo, así que si tienen paciencia aquí se los dejo.
El título que le puse fue, como no:

LA MIRADA DE UN GATO


Ante todo me gustaría presentarme. No recuerdo cual fue el primer nombre que me pusieron, pero pueden llamarme Perlita, que es el que me dan los que me quieren.
En los últimos tiempos se habla mucho de problemas con animales, animales peligrosos, animales abandonados... es como si sólo existiera la cara amarga de nuestra relación con los humanos. Si me lo permiten, les contaré mi historia, que no es la más famosa, ni siquiera la más triste o feliz, pero es la mía, y es una historia de cariño.


De mi primera infancia no guardo recuerdos claros, a veces, cuando llega la noche, en ese estado intermedio entre la realidad y los sueños, tengo una suave sensación , y creo volver a sentir el calor de mi madre y mis hermanos, pero en enseguida desaparece, y queda solamente como un leve recuerdo.


Siendo aun una pequeña gatita, cambié de familia. De esa época mis recuerdos son confusos, mi primera familia no me prestaba mucha atención, y ya casi les olvidé. Quedan unas risas infantiles, aunque no les puedo poner cara, y un ambiente ruidoso, brusco, desagradable para los sensibles gustos de un siamés. Porque, no sé si lo ha dicho, soy una siamesa, y aunque esté mal que yo lo diga, dicen que tengo unos ojos muy expresivos y especiales.


También recuerdo riñas, y un largo palo, que me echaba de todos sitios cuando intentaba averiguar lo que había detrás de los sitios, como si la gente no supiera que los gatos somos animales curiosos.¡ Dichosos palos! Me echaban de las camas, de los armarios, de los muebles......


Digo yo, que si no quieres que te cotilleen la casa, cómprate uno de esos extraños animales plumosos, que no salen nunca de su cueva, y que huelen tan bien..... Son muy aburridos, no se puede jugar con ellos, pero por lo menos no molestan, (y hacen música).


La casa era interesante, pero en algunas partes habían unas paredes extrañas, invisibles, que dejaban ver el exterior, pero no tocarlo ni olerlo. Esas paredes a veces no estaban, pero cuando esto ocurría, me encerraban en algún cuarto, y no me dejaban acercarme. Creo que se laman “ventanas”.


Un día quise averiguar que había detrás de la extraña barrera invisible que no me permitía oler el exterior. Ese día la barrera había desaparecido, toda la casa estaba revuelta, con cubos llenos de un extraño líquido, de muy mal sabor, y palos de los que me echaban siempre de las camas. Cuando nadie miraba, atravesé la barrera, y olí el mundo exterior.


Aquello era mucho mejor de lo que me había imaginado, múltiples olores y sonidos se repartían por el ambiente, y decidí averiguar que más me había estado perdiendo. De un salto, salí fuera, para dar un pequeño paseito por lo que ellos llamaban “calle”.


Pasé por debajo de unas casas muy raras, la gente se metía dentro, y se las llevaban con ellos, en medio de un gran estruendo, ¡vaya susto!, salí corriendo de varias de ellas.


Oí unas risas infantiles, pensé que eran las mismas que en casa, y me acerqué, por si querían jugar.


Fueron muy cariñosos conmigo, me cogieron en brazos, me acariciaron la tripa (con lo que me gusta eso) y me llevaron con ellos. Ya creía que íbamos a volver a casa, pero aquella casa era distinta. No había camas en las que acostarse, ni ese rico olor en la cocina, ni un confortable sillón para ver la tele. En realidad no había nada de nada, ni siquiera aquellas extrañas barreras invisibles en las ventanas, se olía perfectamente el exterior. Era una casa vacía, sin camas, ni armarios, ni nevera. Pero aquellos niños parecían simpáticos, y muy cariñosos, y me quedé con ellos.


Luego, no entiendo lo que pasó, es un recuerdo confuso, doloroso, yo creía que íbamos a jugar a seguir la pelota...


Pero lo que pasó fue que me vi en el aire, y después de unos interminables segundos, di con mis huesos en el suelo, y me quedé muy confusa. Cuando me recogieron, sentí un gran alivio, por fin volvía a casa, pero, en vez de eso, volví a estar en el aire, y otra vez al suelo. Por alguna razón, se dedicaron a tirarme por la ventana a la calle, y luego me recogían otra vez, vaya juego más extraño. No me podía mover, me dolía todo el cuerpo, y no se cuanto duró aquella pesadilla, porque perdí el conocimiento.


Lo siguiente que recuerdo es una jaula metálica, dura y fría, como las de aquellos bichos emplumados que tanto me gustaban. Estaba en una casa distinta, pero me resultaba vagamente conocida, como si hubiera estado allí con antelación. Desde luego, el recuerdo no era nada agradable, era de olores extraños, y un dolor repentino en el lomo, como si algo me hubiera mordido. Unos humanos desconocidos me miraban con mucha atención, pero yo me encontraba tan mal que pensé, que hagan lo que quieran, total, a mi ya me da igual, y les dejé que hicieran lo que quisieran, yo sólo quería volver a mi casa.


Durante varios días me tuvieron en aquella extraña cueva, pero no fueron malos conmigo, me miraban mucho, me ponían comida y me decían cosas. Aunque a veces me hacían daño, y me mordía aquel animal invisible en el lomo. Me dolía todo el cuerpo, y no podía mover una de mis patitas.


Pero poco a poco dejó de dolerme, aunque yo no comí nada de lo que me pusieron, no me fiaba ni un pelo de aquella gente.


Ah, olvidaba decir que aquella casa estaba muy concurrida. Había un montón de gente entrando y saliendo todo el día, y muchos perros y gatos en cuevas como la mía. También había un gato y dos perros, que por lo visto vivían allí, porque no tenían cueva. El gato, que era un jovencito gris muy guapo, me explicó que aquello era un hospital, que los animales iban allí a curarse, y que cuando estuviera mejor, me iría de allí.


Entonces recordé el sitio. Allí me llevaron mis dueños el día que llegué a casa. Estuvimos un rato, me mordió el dichoso bicho ese en la espalda, y luego nos fuimos a casa. Estupendo, eso quería decir que, después de todo, mis dueños me irían a buscar, como la otra vez.


Pero me equivocaba. El tiempo pasó, fui mejorando, y nadie fue a buscarme.


Cuando estuve bien me permitieron caminar por la casa, y descubrí que ¡allí también había camas!. Una era de la dueña del gato, que también tenía un perro pequeño y bastante feo. La dueña de la otra cama no tenía gato, pero sí un perrazo muy grande y bastante atolondrado. Como no había gato, intenté acostarme, pero me echaron sin contemplaciones. Según me contaron, había habido una gata, idéntica a mí, pero un día despareció, y su dueña se quedó muy triste. Luego vino otra gata, pero duró muy pocos días antes de desaparecer. Desde entonces no entraban gatos en aquel cuarto. ¿Estaría encantado?. Me propuse averiguarlo a toda costa.


Intenté todo lo que se me ocurrió, pero no hubo manera, no me dejaban acostarme en aquella cama. Todo el mundo tenía su sitio en la casa, menos yo.


Aún así, la vida no era mala. Buena comida, y un gato para jugar, me cuidaban bien, no podía quejarme. Aunque echaba de menos tener un dueño, como todos los demás. Por las noches todos iban a su cama, y yo me quedaba en la escalera.


Un día de invierno, todo cambió. (otra vez)


Se llevaron las camas, y al llegar la noche, todo el mundo se fue de la casa, y me quedé sola. Creí que me iba a perder otra vez, pero no fue así. Al rato, la dueña del perro grandote volvió con una jaula, y me llevó con ella.


Cuando llegamos a aquel edificio, ¡no me lo podía creer!. ¡Estaba de nuevo en mi casa!.


Entramos, y salí de la jaula. Corrí por el pasillo, para ir a la habitación de los niños, a mi cama, ¡por fin mi cama!. Di un salto, pero...¿dónde estaba la cama? no había cama, no estaban los niños, los muebles eran distintos y ese olor...¡Olía a perro!!!


Salí por la puerta, al rellano, buscando aquel olor familiar. Subí por las escaleras. Corrí Por todo el edificio. Intenté ir a los demás pisos, pero todas las puertas estaban cerradas.


Se habían equivocado de casa.¡ TENÍA QUE ENCONTRAR MI CASA!

No me gustaba esta nueva casa, estaba aquel perro tan tonto, y la humana que no me quería nada, y no había niños.


Intenté salir de allí, muchas veces. Salí por la puerta, por las ventanas, por el balcón. Salí al rellano, a la calle, a los patios. Pero siempre me encontraban y me llevaban de vuelta.


Pero pronto conocí a los habitantes de mi nueva casa. La que pronto comprendí que era mi nueva dueña, sus padres, y el perro tonto, al que llamaban Tarzán (hasta el nombre es tonto), y me fui acostumbrando a mi nueva vida.


Al principio nadie me hacía caso, pero, total, ya estaba acostumbrada...


Eso sí, tenía un cuarto para mí solita, con sillones y muebles, y me dejaban ir por donde quería. Tenía comida y agua y aquellos largos palos de mi infancia, estaban siempre metidos en el armario, nunca salieron para pegarme.


Mi dueña, con el tiempo, me cogió cariño, y yo aprendí a quererla. El perrazo maduró, y nos hicimos amigos, y fui olvidando todo lo que me había pasado durante el año anterior.


Aquella casa , después de todo, no estaba tan mal. Me dejaban dormir en las camas, en los sillones, en los armarios y donde quisiera. Podía ver la tele todo el día, y siempre había alguien haciéndome compañía. Cuando uno de esos palos largos salía de su escondite, salía corriendo, pero nunca volvieron a molestarme.


Aquí llevo mucho tiempo, me gusta esta vida. Me quieren mucho y nunca nadie me ha vuelto a hacer daño

No me falta de nada, aquí vivo tranquila pero...

A veces siento la necesidad de salir y buscar algo, no sé que. No me puedo resistir y busco una salida al exterior, buscando....


Ya me he caído varias veces del balcón, y mi dueña siempre me encuentra y me cuida.


Una vez me di en la nariz, y ahora hago ruido al respirar. Otra vez me di en una manita, bueno, dos veces, las muñecas las tengo más bien regular. La última vez me rompí la cadera, estuve toda la noche en la calle, me dolía mucho, hacía frío, ¡que miedo pasé!. Por la mañana oí a mi dueña buscándome, llamándome. Yo no podía ni moverme, ni responderle, no me salía la voz. Cuando por fin me encontró, no llegaba hasta mí, y tuve que arrastrarme un buen trecho. Estuve varios días sin comer, y un mes entero sin caminar, todos estaban muy preocupados. Ya estoy bien, aunque no puedo saltar y ahora ando bastante mal. Si no es una pata, es una mano, siempre me duele algo.

Tarzán me dice que soy tonta, que lo que busco hace mucho tiempo que lo encontré, que deje ya de buscar. El jamás se separa de su dueña, la sigue a todas partes, y cuando se va, llora como un niño pequeño, la espera en la puerta hasta que vuelve. Pero, claro, ¿qué se puede esperar de un perro?. Todos los gatos saben que los perros son tontos.


Además, yo se que ella siempre vuelve a la misma hora, y cinco minutos antes voy a esperarla, no pierdo toda la tarde como mi perruno amigo.

No sé, los gatos somos así, nunca estamos contentos con nada .


¿Ustedes que piensan?

Vicky, 2001



Comentarios

  1. Qué bueno que te hayas decidido a publicar éste, tu primer relato. Más especial resulta saber que nos hablas de la bella gatita que el dio nombre a tu blog y que tanto quisiste.
    Me alegra que sigas andando por aquí! Un placer compartir las aventuras de Perlita.

    Un abrazo

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  2. ¡Qué voy a `pensar si no que eres una gata, Perlita!
    Eres una gata y como tal te expresas... ¡Cuanta emoción en tu vida, amiga gata! Ahora, con tu permiso, hablaré a tu "dueña"

    Hola, amiga... ¡Qué historia! de verdad; y cuánto nos ayudan a veces nuestros amigos animales.

    Di con tu blog, buscando imágenes de gatos para una entrada que hoy publiqué en el mío.

    Me ha encantado el sitio. Como entrada al relato, nos comentas que te recomendaron escribir en un determinado momento. A mí también, alguien, me lo ha aconsejado para desentrañar algo. Aunque lo cierto es que ya llevo tiempo haciéndolo. Siempre me gustó mucho la expresión silenciosa (escribir:)

    Ya no me extiendo más, perdona mi exceso. Te felicito sinceramente y te invito a leer esa entrada que dediqué a nuestros amigos gatos.

    Un abrazo

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  3. Tu blog está excelente, me encantaría enlazarte en mis sitios webs. Por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiar ambos con mas visitas.

    me respondes a munekitacat19@hotmail.com
    besoss
    Catherine

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  4. mi guapa gatita, recuerdo aquellos años cuando tu dueña nos comentaba que estaba escribiendo su diario,fueron años duros pero muy bonitos gracias a vosotros nuestras mascotas un besito melita

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  5. Precioso, como todo lo que escribes, y una buena idea publicarlo!
    ha sido un broche de oro perfecto a la historia de Paerlita: sus comienzos.

    Y ...por fin puedo comentar!!!

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  6. Uf, blogger estaba antipático y no dejaba comentar...
    Neo, efectivamente ese fue el comienzo de todo, luego vinieron las comunidades, después los foros, los blogs... Todo empezó cn La mirada de un gato...
    Flora, muchas gracias por pasarte por aquí, iré a visitarte.
    Meli, que alegría verte tan seguido por aquí. Fueron tiempos duros para ambas, pero mira... las cosas han mejorado bastante, ¿no? Ahora estamos rodeadas de pequeñas fieras, jejeje. Quien diría que han pasado diez años...
    Lo, menos mal que ya puedes comentar, este blogger nos trata fatal... No sabía yo cuando escribí esto lo todo lo que iba a venir después, uf...

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  7. Perlita, me has emocionado. !Que sensación de desamparo cuando uno no tiene casa! Estoy muy contenta que te hayas decidido a publicarlo. Un beso muy grande para la que dio un hogar a Perlita.

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