Una rosa invisible




Esta es una historia muy cortita, que ocurrió hace mucho, mucho tiempo.
Intenten imaginarse, por un momento, una niña, casi una adolescente.
No es ni muy guapa, ni muy fea, aunque lleva unos cristales de gafas de estos gruesos, de antes que existieran las lentillas.
Algo más inteligente que tonta, aunque bastante más ingenua que espabilada.
Esta niña, en fin, no sería diferente de la mayoría, si no fuera por una especial característica: era LA NUEVA.
Ser la nueva en el colegio, tiene sus problemas:
No acaba de llegar, y ya sustituye a la anterior NUEVA, sin ceremonia ni nada.
¿Que forman equipos en el patio para jugar a la pelota? Pues nadie quiere coger a la nueva, y la pobre se queda para el final. Y pobre de ella como sean número impar, tendrá que ir a otro sitio a buscar compañeros de juego.
¿Que alguien hace una trastada y el maestro pregunta quien fue? Adivinen a quien señalan todos...
Y haga lo que haga, siempre estará mal.
Si hace los deberes y contesta la lección: es una empollona marisabidilla, nadie querrá jugar con ella, no vaya a ser que los demás se rían.
Si se está callada y no contesta: es una antipática, no la invitarán a ningún cumpleaños.
Si interviene en los juegos del patio: nadie la ha llamado.
Si no interviene, es que es torpe.
Pues en eso estaba nuestra pobre Nueva, esperando a que llegara otra que la relevara de tan pesada tarea, y mientras, iban pasando los días.
Al llegar la primavera, nuestra no tan pequeña protagonista cumplía años. Y, claro, se le presentaba un dilema.
¿Tenía que pregonarlo, y preparar una fiesta con sus compañeros? Esto podía ser un buen desastre, porque si ninguno venía, quedaría ridiculizada para siempre (con lo sensibles al ridículo que son los adolescentes).
¿Y si no decía nada...? con el poco caso que le hacían, seguro que nadie se enteraría.
Decidió hacer como si tal cosa. En casa dio un par de excusas del tipo "no, mami, si en este cole no celebran los cumples, el profe dice que es un despilfarro... Si quieres nos vamos las dos al cine y ya está".
Y llegó el gran día. Bueno, nada de grande, porque fue igualito que los demás. Clases, controles, unas pocas burlas, y una hoja del cuaderno estropeada con las tonterías que alguno le había puesto.
En el recreo, esta vez ni siquiera intentó jugar con nadie, no fuera a ser... Se mantuvo apoyada en la valla toda la media hora enterita, muy calladita y haciéndose la invisible.
Pero cuando tocaron el timbre para volver a las clases... ocurrió.
Eso que tanto temía.
Un ya no tan niño, en el que no se había fijado hasta ahora, se le acercó en la fila y le dijo:
-¿Hoy es tu cumple, no?
-Sí- dijo ella, esperando la nueva gracia que le iban a hacer.
-Pues tengo un regalo para ti-
Y alargando la mano vacía se quedó allí, quieto, esperando la respuesta.
-Si es una broma, no tiene ninguna gracia, ya estoy harta de todas las bromitas de este colegio.
-No es ninguna broma, es tu regalo de cumpleaños. ¿No te gusta?
-EN TU MANO NO HAY NADA.  Y ahora, déjame, que encima me reñirán por llegar tarde.
-Sí que lo hay, sólo que no puedes verlo. Es una rosa invisible, la he cogido para ti esta mañana, en mi jardín invisible. Cógela.
Como se pueden imaginar, nuestra amiguita ni siquiera hizo ademán de coger nada, pues nada había. No fuera a ser que al alargar la mano, le volvieran a hacer alguna broma con bombas fétidas, o algo asqueroso y viscoso.
Pero el otro niño, allí seguía, con la mano extendida completamente vacía.
-¿No la quieres?  Es muy bonita y huele muy bien. Estás siempre tan sola y tan triste que pensé que un regalo de cumpleaños te alegraría.
¿Sabes? yo fui una vez el nuevo...
Entonces, la Nueva le miró a la cara, pues hasta ahora solo había mirado al suelo.
Era un chico gordito, lleno de pecas, y con unos enormes ojos verdes detrás de unos cristales casi tan gruesos como los suyos. Parecía agradable, y sonreía.
Tímidamente alargó la mano, e hizo como que cogía algo en el aire.
-Oye, ¿cómo has sabido...?
El chico ya se había ido.
Al día siguiente hizo averiguaciones. Estaba en otra clase, con un horario distinto, por eso no se  había fijado en él.
Y no volvieron a coincidir en el patio del colegio.  Aquel chico tenía muchos amigos, y nuestra Nueva era muy tímida.
Pero cada año, hasta terminar el colegio, y después en el instituto,  el mismo día del año le regaló una rosa invisible....

Vicky.

Comentarios

  1. Jo, qué mala suerte la mía. Yo nunca he sido la nueva en ninguna parte ... y nunca me han regalado rosas de un jardín invisible.

    Qué suerte tienen algunas ...

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  2. Me ha puesto los vellos de punta. Yo he sido la nueva pero no recuerdo nada especial de ello. Recuerdo que mi primer día el profesor subió una silla a la mesa y me sentó allí (como un tomate yo) y dijo: se llama Inma y todos tenéis que hacer un dibujo de ella. Ya no recuerdo nada más, sólo jugar y jugar.

    Me gusta ese niño con pecas que regalaba rosas imaginarias ¿cómo será hoy?

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  3. Suerte dice, jajajajajaja.
    Inma, que tú eres mu echá palante... no me extraña nada que te pusieras a jugar a la primera.
    Y el niño de las rosas... Quizá no tenía pecas, y puede ser que tampoco gafas... pero lo que sí que es verdad es que ahora es un señor estupendo que se pasa la vida enseñando todo lo que sabe y luchando contra las injusticias...;)

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  4. Yo no te he dicho nada de suerte, ha sido Júlia :-p.
    Me gusta saber que, ese chaval de la rosa invisible, como se podía prever, ahora es una buena persona, eso me da esperanzas, muchas esperanzas ;)
    Un beso.

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  5. Contestaba a las dos, mujer... que una va muy malamente de tiempo..

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  6. Que bonita historia, vicky. Yo por trabajo de mi padre siempre fui la nueva pero aunque nadie me regaló una hermosa rosa no tuve malas experiencias. Lo positivo de tantos cambios es que conocí a mucha gente y sitios nuevos, lo negativo es que ahora me siento una desarraigada porque no estuve mucho tiempo en ningún lugar. La cara positiva y negativa de la moneda.

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  7. Al menos el final es menos triste...por muy sólo que estés, siempre haya alguien que te regala una rosa invisible o una sonrisa....Besos. Cris.

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