O como hemos llegado hasta aquí.

Y aquí la segunda parte.
Prometo intentar que sea más  cortito.
Intentar no cuesta demasiado.
El caso es que en septiembre de 2012 salí yo de la consulta del reumatólogo con un diagnóstico en la cabeza y otro garabateando en un papel. Una receta de Lyrica y muchas preguntas sin resolver.
Como una es científica y eso de una enfermedad incurable, crónica y de etiología desconocida, no me hacía demasiada gracia, lo primero fue contrastar el diagnóstico.
La primera fue la reumatóloga de la Seguridad Social . Me despachó en 10 minutos, me dijo que era una Fibromialgia de libro, me aumentó la dosis de Lyrica y me mandó al psiquiatra.
El segundo un muy reputado especialista de la península de los que cobran con varios ceros. Este señor se tomó más tiempo, me dijo que era Fibromialgia de libro, Síndrome de Fatiga Crónica clarísimo y me regaló un diagnóstico de Síndrome de Mucosas Secas y otro de Sensibilidad Química Múltiple.  En agradecimiento por tomarme la molestia de hacer el viaje y haberle pagado la minuta, supongo.
Así que me encontré con un montón de enfermedades, todas crónicas, todas raras, y ni una solución más allá de "aprender a vivir con ello ". Ah, y "procura no trabajar demasiado". 
Superguay. Estamos en 2014.
Lo siguiente fue un peregrinar de especialista en especialista, intentando aliviar los diversos males que me aquejaban.
"Divide y vencerás " Dicen que es de Julio César.  Da igual, fue lo primero que se me ocurrió. Si atacaba cada mal por separado, igual arreglaba alguno.
Una rehabilitación tras otra. Hombro, muñecas, cadera, cuello...
Neurólogo,  traumatólogo...
Entre medias un ataque de cólico biliar.  Un año estuve con el dolor... como tenía Fibromialgia,  seguro que era de eso...
Fui a un cirujano privado y me dijo que podía haber tenido una peritonitis. Me operó en una semana.
Y seguimos. 
Más neurólogo.  Pasé de la Lyrica al Tramadol.  Y entre y entre, unas migrañas espectaculares que sólo se iban con ibuprofeno.
El neurólogo me mandó al psiquiatra.  Otra vez.
Me fui al otorrino a ver si era sinusitis. Y, ¿adivinan? Sí, me mandó al psiquiatra.
Pues fui al psiquiatra. La psiquiatra. 
Un encanto de mujer. Me dijo que a mi  cabeza no le pasaba nada. Que estaba cabreada con la vida, pero eso no era un problema psiquiátrico.  Y me mandó al psicólogo.
Un año estuve de terapia. También era un encanto de mujer, pero me decía que todo estaba en mi cabeza... 
En fin, que yo fui haciendo todo lo que me decían.
Y seguí yendo a rehabilitación (aún voy).
Y cada vez que me dolía algo nuevo, a buscar un médico distinto. 
Y todos me mandaban al psiquiatra.
En 2017 volví... y se cabreó.  Me dijo que estaba perdiendo el tiempo y que se lo hacía perder a ella. Que no me podía ayudar.
Y entonces, en una de estas peregrinaciones, pasé por Digestivo a ver si me ayudaba con unos dolores de tripa que eran como un cólico biliar. Pero yo no tenía vesícula...
Yo juro que ya iba preparada a que me volviera a mandar al psiquiatra, era mi tercera especialista en digestivo y ya iba yo concienciada a otra decepción. Pero no.
No solo no me mandó al psiquiatra sino que me tomó en serio me hizo muchas preguntas y me hizo algunas pruebas que no me habían hecho nunca.
2018.
Y...
Pues resulta que en las pruebas salió clarísimo y evidentisimo y sin lugar a dudas que tengo la enfermedad de Crohn. 
Que tiene una causa conocida, unos síntomas evidentes y... TRATAMIENTO.
Que sí,  que es crónico y me va a acompañar a la tumba. Y todos los tratamientos tienen efectos secundarios. Un chollazo. 
Pero ahora puedo hacer algo en vez de aguantarme.
Y ¡Oh, sorpresa! Es una enfermedad autoinmune que cursa con cansancio, dolores generalizados y trastornos digestivos. 
Así que sí,  tengo Fatiga Crónica,  pero causada por el Crohn.
Y Sindrome de Mucosas Secas (autoinmune también).
Y problemas articulares. Muchos. Esto fastidia bastante... puede acabar en artritis reumatoide, otra autoinmune. Aunque de momento no.
Y no puedo tomar ibuprofeno. Las jaquecas, a pasarlas a pelo.
El Tramadol... pues me causa síntomas neurológicos. Me caigo de lado básicamente. Así que lo dejo para emergencias y el resto del tiempo también aguanto el dolor a pelo.
Ah, y este último año se ha añadido un síntoma bastante incómodo. Necesito tener un baño cerca...
En fin, que ahí andamos lidiando un poco con todo.
A lo largo de estos años he pasado por desesperación, enfado, depresión, me he rendido, he vuelto a luchar, me he animado, he emprendido,  me he vuelto a rendir...
Y mientras tanto mi hija ha ido creciendo,  en nada cumple once años.
Y he cambiado otra vez de trabajo,  me han dado teletrabajo por problemas de salud y ahora voy dos veces a la semana. Que  no tiene nada que ver con la veterinaria pero es un trabajo. 
Y mi vida personal ha tenido altibajos. Más bajos que altos. 
Y aquí estamos en 2020. 
El año del coronavirus.
Podría decir que me he perdido 10 años de mi vida,  pero no es verdad, no los he perdido.
He viajado, he pintado, he cantado... aguantando a los que me decían :
"Aues tan mala no estarás si te vas de viaje"
"Anda, pensaba que estabas mala, y sales en la gala benéfica "
Y sí,  y lo que me echan.  Cada cosa que hago son días de recuperación. Pero es igual.
Que me quiten lo bailado.
Y hasta aquí el Quijote.
Ven? No cumplo mis promesas. Me he enrollado.
En el próximo post...
Hablaremos del coronavirus🤣.
Aquí Ambar, ayudándome a restaurar una mesita para el jardín. 

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